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martes, 27 de julio de 2021

Chicos encerrados ¡en la nube!

 ¿Dónde habitan nuestros niños? 

Exiliados en la web

Nuestros hijos, nuestros alumnos, los niños que en la escuela no logran concentrarse y, a veces, ni siquiera por algunos minutos permanecer sentados, parecieran ser habitantes de un espacio tiempo diferente al de los adultos. 

Ante todo vale aclararles que me apasiona la ciencia ficción. La misma incluye la inteligencia artificial, la realidad virtual y la complementariedad máquinas y humanos desde sus mismos comienzos. Como amante de estos temas, resalto la riqueza y el misterio, la creatividad y lo inconmensurable que se abre desde relatos, películas e incluso cómics de ficción, para los seres humanos. Acá nomás,  tenemos a mano el viaje a Marte, anunciado por la ciencia ficción desde sus comienzos y casi a punto de llevarse a cabo por seres humanos. 

Vale decir, la virtualidad conlleva desafiantes y complejos e inéditos vínculos con dimensiones como tiempo espacio y por lo tanto con nuestro universo. Todo radica en la finalidad y el modo en que se relaciona lo virtual y lo maquínico con los adultos en general y con los niños en particular. 


La nube

 

He aquí a nuestros niños

Su lugar es la nube

Van poco a la plaza. Casi no saben que un árbol está  para treparlo. Son pocos los que, con sus padres, se quedan observando en un lago cómo se elevan los cuellos de los cisnes, por nombrar algo maravilloso. 

Está naturalizado lo cotidiano como fondo de pantalla de sus vidas. 

¿Su destino -el de nuestros niños-  consistirá, acaso, en ser solamente viajantes de las redes? ¿Transcurrirán sus vidas solo  y para siempre como internautas, caminantes de un universo virtual,  intangible pero  atrapante?. Tal como si fueran  cuerpos que se continúan, a través de impulsos veloces y continuos, en máquinas, cuyo mayor designio consiste en lograr que ellos, los niños, sigan ahí.

La máquina no es nada sin el impulso que la pone en acción.

Los niños se sienten nada sin la adrenalina que les provee la máquina. 

La máquina y, sobre todo, las publicidades y operatorias de marketing y captura de datos con distintos fines, no tendrían propósito, atravesarían una crisis existencial, si los niños no vivieran a través del tentador mundo estimulante y adictivo que les ofrecen. Hasta han llegado al extremo de pagarles, a través de distintos antifaces, para que jueguen cada vez más. 


Flotando en el espacio

Todo ello constituye un gran desafío para los adultos, ya sean maestros y maestras o padres y madres, ya sea que se ocupen de criar, de educar, de enseñar o de alfabetizar a esta generación exiliada en lo virtual. También deviene e lo dicho un desafío para psicoterapeutas, psicopedagogos y pedagogas, atender desde sus perspectivas a niños que habitan en la nube. 

Dimensiones de lo cotidiano

Mi calle, mi barrio, mi ciudad

Mi asombro se reitera cada vez que, en el contexto psicoterapéutico, surge el tema de dónde viven los niños a  los que atiendo. Cuando los percibo demasíado absortos en la play o el celular, les pregunto cuál es su domicilio, siempre en presencia de los padres y madres. Resulta increíble constatar que  no son ya, solamente, los niños de seis y hasta siete años los que no conocen su domicilio por así decir material, terrestre. También se desconciertan ante la pregunta lo niños de ocho, nueve, diez, once años y, con frecuencia aún los mayores. 


Domicilio en el aire

Vivir en la nube

Frase de nuestras abuelas: ¿Vos vivís en las nubes?

La pregunta, cuya direccionalidad es psicoterapéutica, muestra desconcierto e incertidumbre en casi todos los pacientitos respecto de los parámetros de su contexto cotidiano.  Preguntados por la calle donde residen, casi invariablemente,  me miran sorprendidos y me dicen: "En mi casa". Esto me condujo en primer lugar a la incredulidad, luego a la preocupación y todo ello, a investigar y descubrir que la mayoría de mis pacientes infantiles, no conocen en qué calle viven. Menos aún saben su dirección o con qué calles intersecta aquella en que habitan. Con frecuencia, además, confunden la calle con el barrio. Este descubrimiento me produjo mayor incredulidad al constatar que los niños no dudan al hablar acerca de los apodos, los códigos, los objetivos y los personajes de los juegos virtuales. No conocen el nombre de la calle en que transcurren sus días, pero sí las direcciones de internet, las aplicaciones y todos los detalles concernientes a sus juegos virtuales. Llama la atención, además, la erudición que evidencian, ya que los nombres y datos de esos juegos casi siempre están en inglés, pero los pequeños no dudan al aludir a ellos y conocen todos sus trucos.

Ante este panorama, que asume aspectos diferentes en cada contexto vital y cada familia, pero que no deja de presentar características comunes de lo que denomino un exilio de lo material y cotidiano, comparto con los padres y madres mi descubrimiento. Me escuchan sorprendidos.

Luego asienten y comentan que no hay modo de "sacar" a sus hijos de los videojuegos, de la play del celular. Me encuentro en cada niño, con constelaciones vitales diferentes, una ausencia que incluso es corporal, afecta al cuerpo, de su universo cotidiano. Les comento mi criterio y dirección psicoterapéutica con los niños diagnosticados como hiperactivos y con los otros también, teniendo en cuenta que casi siempre el panorama evidencia dificultad en la concentración. Mi propuesta para los adultos consiste  en proponer anclajes y interiorizar mapas de lo cotidiano no virtual. Esto requiere un cambio en la posición de los adultos.


Hiperactividad

Un Desafío espacio temporal

Concurren a mi consultorio hace años niños a quienes les resulta difícil concentrarse y cuya impulsividad les dificulta prestar atención en la escuela. Atiendo niños a los que la así denominada desde la clasificación psicopatológica, hiperactividad, les hace muy difícil ingresar en los tiempos y códigos escolares, a la imprescindible alfabetización. 

Se requiere en términos alfabetizadores, construir parámetros del psiquismo que ubiquen una lógica , un mapeo de eso que, para decirlo en forma accesible, se denomina realidad. 

El vínculo con el espacio tiempo de los niños hiperactivos los lleva a veces a sobrevolar los datos que proporcionan los sentidos. Con frecuencia transitan la vida como en una dimensión espaciotemporal.

Esto afecta su construcción de anclajes subjetivos, delinea, en cada  niño de modo diferente, modalidades más o menos adictivas con los "jueguitos" y una pérdida de parámetros espacio temporales del universo cotidiano.   

Me preocupan esos niños cuyo universo de experiencia y sensaciones son la play y los jueguitos en la compu. Las lógicas que imperan en los mismos son por ejemplo. ataque y defensa. También se impone la rapidez y la naturalización de que, por ejemplo, gana quién mata más personas. 

¿Se trata, acaso de eliminar los jueguitos de la vida de los niños? Por supuesto que no. Aportan diversión, riqueza y creatividad así como un ámbito de encuentro con amigos en esta terrible época de pandemia. 

Ahora bien, se impone --y esto es evidente en los niños a los que se apoda como hiperactivos o aquellos que no pueden concentrarse- revisar cómo es la modalidad de vínculo de los chicos con lo virtual y en especial con los videojuegos. 

¿Dónde vivís?

Se desprende de lo dicho  que un niño debe, por ejemplo saber dónde vive, conocer la lógica de inclusión, que, en el caso de lo espacial,  relaciona su casa o departamento con una cuadra, un barrio, una ciudad, una provincia. Ubicar a los niños en parámetros de lo cotidiano proporciona anclajes tranquilizantes para el psiquismo y brinda acceso a lógicas que permiten simbolizar, Dichos anclajes habilitan su propio posicionamiento en el mundo y conllevan capacidad de concentración.

Recursos para construir anclajes serán brindados en las próximas publicaciones y audios sobre el tema serán presentados próximamente.    ¡ Hasta pronto!

                                                                  Clara Jasiner