Palabras refugiadas
Descubriendo palabras mágicas
¿Les gusta leer? ¿Se pierden en las páginas de esos amigos de papel con frecuencia o cada tanto, cuando tienen al fin ese bendito tiempo para disfrutarlo leyendo? Si es así, si los libros son presencias cotidianas y benéficas en sus vidas, contaré en ustedes con lectores afines y un tanto cómplices.
Gran lector
Habrán percibido, como yo, que los libros albergan lugares y palabras que no constituyen el relato oficial , por más belleza o relevancia que el mismo conlleve. Cada libro, querido lector, brinda lo inesperado. Desde una falta de ortografía que escapó al corrector, hasta una llamada desconcertante al pie de página, pasando por esa hoja doblada en la punta o la mancha de cafecito que testimonia que esas páginas fueron transitadas y escritas por uno o varios lectores. Otros habitantes son esas palabras -polizones, las huellas del lector, esas frases resaltadas y , por supuesto, las anotaciones al margen. Y resulta que esas habitantes clandestinas son tan interesantes como el texto central.
Palabras rebeldes
Lectores, seguramente coincidirán en que todo espacio en blanco de un libro, entonces, relata o aloja, al menos potencialmente y casi siempre de hecho, el texto privado, a veces ilegal y otras íntimo, del lector de ese libro. No soy una excepción y en cada libro que leo se rastrea esa actividad no oficial y desafiante que consiste en escribirlo por todos lados, llenando de pensamientos e ideas para futuros textos cada espacio libre de cada libro amo.
Había una vez unas frases ocultas
Les voy a compartir un ejemplo de esta operación en un libro que terminé de leer hoy. Fue mi compañero por varios meses y hoy, cuando leí sus últimas páginas, encontré en la más última, que estaba en blanco, frases descubiertas por mí en otros contextos y escondidas allí, mientras lo leía. No consigné autores ni fuentes de donde pude haberlas escuchado o leído. Solo estuvieron un poco clandestinamente ahí, así que se las voy a mostrar, esperando que les gusten.
Mi libro
Llegué a la última página de mi libro y después, una más aún, descubrí que en la última pero última página, que estaba en blanco, mientras lo leía, al azar, había anotado frases, como para conservarlas y ahora, las encontraba, allí, refugiadas y aguardándome.
Lectores, en el próximo artículo se las mostraré como testimonio de que todo libro es potencialmente, un cuaderno de apuntes mágico para las palabras y la creatividad de sus lectores. Mientras tanto, recorran los textos que leyeron, seguramente encontrarán sus propias marcas sediciosas.
Clara Jasiner