Amigos:
Les comparto primero dos frases de Mary Ann Shaffer, autora de uno de los libros recomendados en este Blog. Se trata de La sociedad literaria del pastel de piel de patata de Guernsey .
Mary Ann Shaffer
Se lee en sus páginas:
"...A lo mejor los libros tienen una especie de instinto secreto para acabar en el hogar de los lectores que resultan perfectos para ellos. Sería maravilloso que así fuera..."
"...Eso es lo que me encanta de la lectura: uno encuentra en un libro un detalle que le despierta interés y ese datalle lo lleva a otro libro y allí encuentra otro detalle que lo lleva a un terecer libro. Es una progresión geométrica: sin un final a la vista y sin otro motivo que no sea el simple goce..."
En esta ocasión se trata de resaltar dos aspectos ricos para cualquier adulto responsable por la educación y alfabetización de los niños:
Un primer matiz interesante: ese instinto secreto al que alude la autora, como seguramente mis lectores saben, alude a la amgia que muchos habrán constatado cuando al entrar a una librería, sin saber qué libro buscan, observan al pasar las estantería y, de pronto allí está, como mágicamente, un libro que los llama, y que, gran casualidad, se relaciona con una escena o un trabajo. Supongo que la observación también hace su trabajo. Ahora bien, se trata de un encientro a mi entender, mágico. Si no lo creen, acepten el desafío y concurran sin rumbo a los pasillos de una librería, toquen las portadas al pasar y azarosamente y , de pronto, allí lo verán, titilando un guiño, esperándolos, obligándolos a desearlo. Un libro para ustedes, para cada uno de ustedes.
Eligiendo un libro
Otro aspecto titilante, al que según mi pespectiva, la atención que se le preste, favorecerá que los niños puedan acercarse a los libros: la autora enfatiza que no hace falta ser abrumado obsesivamente por un libro; se trata de encontrar en el mismo "un detalle". Se trata, pareciera sugerir, de que surja un encuentro con ese tema o ese decir o aquel personaje que le habla al lector. Es importante hoy, época en que los juegos electrónicos adrenalínicos refugian y capturan a los niños en una especie de "amparo", no hacerles percibir a los libros como algo inmenso a lo que no tendrán acceso. Ante el refugio contra el malestar cotidiano que encuentran en el mundo adulto, proponerles, además de la vertiginosidad del mundo virtual, la tentación de un instante de interés, de un flash deseante que los haga preguntar cómo sigue o quién es o qué le pasó al personaje. Buscar con ellos el detalle, algo así como el punctum que postula de Barthes, habita o emerge como casi azarosamente, en una fotorgrafía. Recorrer el argumento, se podría decir, en forma liviana, aleteante, en búsqueda de ese significante, esa escena, ese personaje que tiente la imaginación, el asombro, que convoque la magia. Ayudar al niño, en fin, a descubrir ese detalle que le diga, desde ahí para toda su vida, "seguime, llevame con vos, o vení conmigo".
Un libro esperando
Se trata, entonces, de despojar de solemnidad y peso al recorrido por las páginas. Si hoy se leyó una carilla, sea bienvenida. Si mañana se recorren dos párrafos, sería interesante. Se trata de que ese punto de captura tenga lugar, opere como un faro en el recorrido de las siguientes páginas del mismo libro o en la búsqueda de otro.
Magia en cada libro
En ese camino leve y pregnante trabajo con los niños que me consultan, taladrados por el rótulo de hiperactivos. Desprotegidos ante los niveles saturantes de adrenalina de lo virtual, que, más que ser maléficos para ellos, los dejan taquicárdicos y acelerados, como quien consume una sustancia. Aclarar, se impone, que no se trata de culpas sino de responsabilidades y de incertidumbres de los maestros, padres y madres, abuelos, y abuelas, e incluso de los psicoterapeutas. No se trataría, entonces, de descalificar y expulsar lo virtual sino de aceptar el desafío adulto de hacerse tiempo, espacio, disponibilidad, y decisión de intercalar la magia de la lectura, en forma delicada, en momentos de intimidad con el nió, ayudarlo a que esos mundos mágicos lo capturen por minutos tal vez. Pero quién sabe, cada instante vale, si se confía en ello. Y si los niños, confián en los adultos para lo cual sería imprescindible tomar esa decisión. Confiar los adultos en sí mismos.
Pregunta y desafío
para
Adultos
¿Los adultos tenemos magia en los bolsillos
para legarles a nuestros niños?
Saludos.
Clara Jasiner
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